Para realizar sus funciones fisiológicas, nuestro cuerpo necesita consumir unos cuatro litros de agua al día –cantidad que solemos incorporar a través de los fluidos y alimentos que ingerimos en nuestra dieta. Si consumimos menos de esa cantidad, corremos el riesgo de desequilibrar el ciclo que el líquido vital cumple, con precisión casi matemática, en el organismo del ser humano.
Mucho se ha escrito sobre el ciclo del agua en la
Naturaleza, sin el cual la Vida en nuestro planeta sería imposible. Pero en
nuestro cuerpo, el agua desarrolla otro ciclo igualmente importante para
nuestro bienestar.
Día tras día, y desde hace 5 mil millones de años, el Sol,
puntual y rutinariamente, baña a la Tierra con su intensa luz. Esa energía es
tan fuerte que –según el astrofísico norteamericano Paul Davies- equivale a la
explosión de 15 mil millones de bombas atómicas (como las de Nagasaki) cada
segundo.
Gracias a tan inmensa fuerza, el agua de los océanos se
convierte en ligero vapor de agua, el cual, al ascender a las frías alturas de
la atmósfera, se condensa y se transforma en nubes. A su vez, las nubes desparraman
abundante agua dulce sobre los continentes, permitiendo que todas las especies
animales y vegetales prosperen.
Este ciclo del agua se repite a cada instante en cada rincón
del planeta, y gracias a él, la Vida es posible.
Sin embargo, hay otro ciclo del agua tan importante como el
que acabamos de describir: ¡el que ocurre dentro de tu cuerpo!
1- Utilizamos un litro de agua al día para respirar
El aire ideal para respirar debería ser húmedo, cálido y
limpio. Lamentablemente, no siempre es así.
El milagro de la respiración comienza en la nariz. ¿Te
imaginas si todas las bacterias contenidas en el aire penetraran en nuestro
organismo? Simplemente, moriríamos al instante. En las lágrimas y secreciones
mucosas vertidas en la nariz existe una enzima llamada lisozina, la cual
aniquila a las bacterias.
Por otra parte, el aire citadino contiene una carga fatal de
polvo que obstruiría nuestros pulmones. Para evitar tal colapso, los conductos
respiratorios segregan una película adherente de materia mucosa que atrapa al
polvo y deja pasar al aire.
Este proceso de humidificación de los ojos, la nariz y los
conductos respiratorios requiere de, al menos, dos tercios de litro de agua al
día. Sin esa humedad, nuestro sistema respiratorio se taponaría de residuos
sólidos y dejaría de funcionar en cuestión de pocos minutos.
A esto tenemos que sumar el hecho de que solemos respirar de
14 a 18 veces por minuto. En una hora, respiramos un poco más de mil veces. En
un día, 26 mil veces. Y en un año, casi 10 millones de veces. Para realizar tan
arduo trabajo, nuestros pulmones nos piden apenas un tercio de litro de agua al
día.
2- El agua, un aliado de la salud de la piel
La salud de tu piel tiene tres aliados principales: un
manejo sano de las emociones, una buena alimentación y el consumo suficiente de
agua potable cada día.
La piel refleja nuestras angustias y alegrías: su aspecto
guarda estrecha relación con nuestro estado de ánimo. Es raro que una persona
feliz no tenga una piel limpia y brillante, no importa cuál sea su edad.
Si tu alimentación es deficiente, no tardarán en aparecer
anomalías en tu piel. El exceso de grasa, alcohol, azúcar o harinas se
manifestarán con acné, erupciones y otros padecimientos.
El conjunto de células de tu piel utiliza un poco más de un
litro de agua por día para mantener su aspecto lozano. Tomar varios vasos de
agua al día es el secreto de belleza más eficiente y económica que se conoce.
Los dos principales enemigos de la piel son el exceso de luz
solar y el consumo desmedido de sal. El sol en demasía acaba con la capa de
grasa de piel. Sin esta grasa, la piel pierde su elasticidad y frescura… ¡y se
arruga!
Con el paso de los años, al organismo le cuesta más y más
eliminar el exceso de sal. La sal estira la piel, la cual, posteriormente, se
arruga.
Los egipcios utilizaba sal para preservar a sus momias…
pero, ¿quién quiere tener el cutis de una momia? La mejor manera para eliminar
la sal superflua del cuerpo es beber una suficiente cantidad de agua.
3- El agua, necesaria para el buen funcionamiento de la mente
El sistema nervioso es una suerte de acumulador eléctrico
que produce una corriente directa de un décimo de voltio. La carga eléctrica,
el chispazo con el cual cobran vida los pensamientos, se produce por la
combinación de dos minerales: el sodio y el potasio. Estos obran en los tejidos
nerviosos, los cuales están bañados de un líquido que está constituido
principalmente por agua. Sin ese revestimiento acuoso, los pensamientos no
podrían fluir.
Una buena dosis de minerales en nuestra alimentación y un
tercio de litro de agua al día son indispensables para el óptimo funcionamiento
del sistema nervioso. Es por eso que cuando vamos a la playa nos sentimos tan
bien: el aire marino es húmedo, caliente, rico en sodio y otros minerales
beneficiosos. En tal entorno, nos sentimos espléndidos, vivaces. En cambio, el
aire citadino está contaminado y es pobre en minerales.
4- La función de los riñones y el consumo de agua
Los riñones son los responsables del equilibrio químico del
cuerpo y regulan la cantidad de agua justa que debe haber en la sangre. Cada
día, son capaces de purificar una tonelada de sangre (es decir, 1.000 litros),
la cual, por supuesto, circula constantemente por el cuerpo.
Sin embargo, estos potentes órganos, que pesan unos 200
gramos y tienen el tamaño de un puño, podría eventualmente purificar el doble
de esa cantidad. Por eso es que una persona puede donar un riñón y seguir
viviendo de manera normal.
Los riñones seleccionan y absorben aminoácidos vitales,
proteínas, glucosa y minerales. Desechan residuos y el exceso de agua del
cuerpo. Para llevar a cabo este enorme trabajo, que supera en eficiencia al de
cualquier planta de potabilización inventada por los seres humanos, los riñones
consumen casi dos litros de agua al día.
5- Importancia del agua para la buena digestión
El proceso completo de la digestión, desde que consumimos
los alimentos hasta que los desechos salen del organismo, toma unas 18 horas.
En el mismo, utilizamos a diario, como mínimo, un tercio de litro de agua.
Una vez que la comida es parcialmente digerida en el
estómago, pasa al intestino delgado, donde se realiza la parte más importante
del proceso digestivo. En unas cuatro horas, el intestino delgado separa las
proteínas, aminoácidos, minerales y demás substancias beneficiosas.
La comida indigerible pasa luego al intestino grueso. Allí
se absorbe una parte de agua y azúcar, mientras que el resto prosigue como
materia fecal hasta el recto.
Muchas personas padecen estreñimiento porque no consumen
alimentos ricos en fibra, tales como frutas, cereales integrales o granos, y
porque además consumen mínimas cantidades de agua.
En la Naturaleza, el agua cumple puntualmente un ciclo que
permite el desarrollo de la Vida. En nuestro cuerpo (constituido en 70% por el
vital líquido), el agua desarrolla otro ciclo de igual importancia para nuestra
salud y bienestar. Ya lo ha dicho un poeta: ¡el agua borra todas las heridas
del cuerpo… ¡y del alma!

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